En el debate que tuvimos sobre este tema se expusieron numerosos ejemplos de ese
mercadeo de las cosas de la religión. El negocio que se mueve en lugares como
Compostela, Fátima, Lourdes, Vaticano… recuerda lo que ocurría en el templo de
Jerusalén en la época de Jesús. La gente acude a esos lugares, al igual que los judíos
asistían al Templo de Jerusalén, movidos por devoción, y eso nutre al mercado puesto
que el mercado se nutre de todo tipo de actividad humana.
Pero, sobre todo, hay que distinguir entre esa devoción descomprometida, vacía, y lo
que Jesús evocaba cuando decía: cuando dos o más se reúnen en mi nombre, allí
estoy yo en medio de ellos. Reunirse en nombre de Jesús significa comprometerse con
su proyecto liberador, movilizarse y organizarse para trabajar por el tipo de mundo
que Jesús quiere construir, un tipo de mundo distinto del de esta cueva de ladrones de
los mercaderes y su instrumento el dinero: No se puede servir a Dios y al dinero.
E
l
m
undo del dinero y el
m
ercado genera desigualdad y co
m
petencia entre los hu
m
anos
,
afán de poseer y dominar, lucha, guerras, depredación de los recursos del planeta…
Una sociedad basada en esos valores del mercado, la propiedad privada, la puja por el
dominio económico… es como una casa edificada sobre barro. Las guerras y las
calamidades que producen son simbolizadas en el Evangelio como la catástrofe de
una casa que se hunde por no tener un funda
m
ento sólido
. J
esús convoca a construir
sobre roca, postula un
m
undo y una sociedad basados sobre otros valores distintos de
los del
m
ercado
,
los valores expresados por las
B
ienaventuranzas
:
fraternidad,
solidaridad,
rechazo de la avaricia, afán de justicia, trabajo por la paz…
Nuestras asambleas religiosas comunitarias son totalmente inútiles si no sirven para
que asumamos ese programa y nos concienciemos sobre su realización. Jesús nos
acompaña en nuestras reuniones y actos comunitarios sólo si tenemos como objetivo
la consecución del Reino de Dios en el mundo y estamos prestos para su realización.
Esa es la verdadera finalidad y objetivo definitivo de la religión. Todo lo demás son
sólo instrumentos para alcanzar esa meta: oraciones, culto, sacramentos, ayunos,
penitencias… son útiles sólo si nos sirven para tomar conciencia del mencionado
objetivo, pero pueden ser un estorbo, algo negativo, si sirven para distraernos de
trabajar por esa meta.
Esta enseñanza no suele ser impartida por la Iglesia oficial. Su historia de muchos
siglos evidencia que su jerarquía se aviene muy bien con los sistemas de dominación
establecidos. Tanto en la propia Iglesia como en la sociedad hay estamentos o clases
dominantes y aunque eso va en contra del espíritu del Evangelio, en el ámbito eclesial
fracasan o son sofocados uno tras otro los intentos de auto-reforma que se emprenden.
El actual proceso del Sínodo de la sinodalidad parece condenado a tal fracaso.
Sólo movimientos marginales y marginados como los relacionados con la Teología
de la Liberación parecen comprometidos con la recuperación del espíritu del Evan-
gelio. Uno de esos colectivos,
REDES CRISTIANAS
, tendrá los días
17
al
19
de
m
ayo
próximo su VIII Encuentro, en Madrid, para tratar precisamente el tema de las des-
igualdades en la Iglesia y en la sociedad. En el fin de semana siguiente nuestro
colectivo de
Cristianos de Base
de Asturias
, tendrá el XXXI Encuentro con tema:
Cristianismo y laicismo. Se trata de transmitir al público nuestra preocupación, como
cristianos, sobre problemas que afectan a nuestra sociedad y a la Iglesia en ella.